Lo que no llegaba a comprender era ese irreprimible instinto asesino que se había apoderado de ella nada más pisar la playa. Ya había asesinado a varios edublogueros, que ante su atónita mirada renacían, encarnados en enormes y terribles pompilos que huían mar adentro.
No había alternativa: las letras y las cosas conocidas no tenían valor alguno en aquel dédalo de pasiones que asediaba su alma. Había que ponerse de nuevo en marcha con el tictac desaforado de su corazón, y correr tierra adentro, en busca del lugar de la libertad.
Carlos Cabanillas.No había alternativa: las letras y las cosas conocidas no tenían valor alguno en aquel dédalo de pasiones que asediaba su alma. Había que ponerse de nuevo en marcha con el tictac desaforado de su corazón, y correr tierra adentro, en busca del lugar de la libertad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario