Le habían dicho que frecuentemente se encontraba en la Biblioteca del CEIP Sant Jordi, pero al abrir la puerta, no lo vio. La biblioteca estaba vacía y sólo los libros miraban con expectación un aparato extraño que parecía esperar sobre la mesa. Se acercó, lo inspeccionó y pudo ver junto al mecanismo de la cuerda un cartelito que decía: actimoliner. Hizo girar el artefacto y enseguida los papeles volaron de sus encuadernaciones formando un enorme ronsel a lo largo de las estanterías. Creía que moriría ahogada en ese mar de letras, pero las estelas la posaron dulcemente en un rincón bajo el que se leía "Zona de aprendizaje". Así era como ella se recordaba feliz desde la infancia, entre lenguas, siempre, entre lenguas.
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