La caja negra reposaba inerte sobre la mesa. Vista así, carecía de todo atractivo, era mucho más atractiva la caja de costura, la de las galletas, o aquella repleta de bombones que trajo Concepción Abraira cuando volvió de su viaje. Pero aquella caja era especial, era mágica. Cuando la abrías, cobraba vida, se iluminaba, podía deleitarte con su música, te podía hacer reir o llorar con sus historias, pero lo mejor, lo más apasionante, era que te transportaba hasta otros lugares, hasta otras gentes. Así conoció a los grades maestros, los que sabían controlar la magia de la caja.
A J.Escajedo lo encontró escondido entre un montón de juegos, canciones, cuentos, páginas para colorear. Al ver el número de niños que lo seguía pensó que se trataba del Flautista de Hamelín, pero en realidad lo niños conocían aquel sitio como Interpeques. Después estaban los que se habían adelantado a su tiempo, esos siempre llevaban un 21 detrás del nombre, como Aula21 o Educadores21.
Estaba fascinada por esos descubrimientos y decidió aprender el lenguaje que aquellos magos usaban entre ellos. Una de las palabras que más le intrigaba era TIC, muchos la adoptaban también en su nombre, como una seña de identidad: Educación y TIC o Camarotic.
¿Quién podría ayudarle a aprender esa nueva lengua?. Sin duda en el suplemento ocasional encontraría algunas claves.
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